domingo, 8 de junio de 2008

La librería

El sábado descubrí que a pocas cuadras de mi casa hay una librería de otra época. Nunca la había visto porque atiende con las persianas a medio bajar y los vidrios están como empañados por el tiempo. Un cartelito cuelga torcido y anuncia un descolorido "abierto". Al entrar, todo parece estar allí hace años, los pisos son de madera, el ambiente es amplio a la antigua y la vendedora es una señora bajita, amorosa, que estaba abrigada, con bufanda y gorro de lana arrolando unos papeles. En eso me atiende, con suma amabilidad, y suena el teléfono. Suena, suena y suena, hasta que a pasitos cortos llega a atender. "Hola, sí", dice. Y responde: "Ah, ¿sí?, con razón, ahora me lo saco, me estaba muriendo de calor". Tras cortar, me dijo: "Hace 14 grados, y yo así de abrigada. Menos mal que me avisaron". Menos mal, realmente. Miré alrededor, y entendí todo.