La dicroica pegó en la cabeza pelada del economista y me perdí en el reflejo amarillo fuerte, justo cuando decía mercado hipotecario de 15 trillones de dólares. Entonces, sentado en la butaca de ese piso 18, manejé rumbo a Entre Ríos. El día soleado, por la ruta, con mi guaina cebando mate, ahora que se dio cuenta sola de que el secreto es poner poca yerba. Un disco de viaje, con coros nuestros en vivo, y uno, dos o tres días de aire y paz. Caminar, tirarse en el pasto. No más. Sentir el viento en la cara. Redescubrir el olor a verde, como releer un libro hermoso. Mojar los pies en un agua, bajo el sol de un amor de primavera. El economista se movió, el destello en su cabeza pelada se cortó. Volví. Eso es lo más grave de esta crisis. ¿Qué crisis?
viernes, 3 de octubre de 2008
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