domingo, 8 de junio de 2008
La librería
El sábado descubrí que a pocas cuadras de mi casa hay una librería de otra época. Nunca la había visto porque atiende con las persianas a medio bajar y los vidrios están como empañados por el tiempo. Un cartelito cuelga torcido y anuncia un descolorido "abierto". Al entrar, todo parece estar allí hace años, los pisos son de madera, el ambiente es amplio a la antigua y la vendedora es una señora bajita, amorosa, que estaba abrigada, con bufanda y gorro de lana arrolando unos papeles. En eso me atiende, con suma amabilidad, y suena el teléfono. Suena, suena y suena, hasta que a pasitos cortos llega a atender. "Hola, sí", dice. Y responde: "Ah, ¿sí?, con razón, ahora me lo saco, me estaba muriendo de calor". Tras cortar, me dijo: "Hace 14 grados, y yo así de abrigada. Menos mal que me avisaron". Menos mal, realmente. Miré alrededor, y entendí todo.
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7 comentarios:
pero qué bueno que tiene alguien que la llama para avisar!... te imaginás si esa persona no existiera? me hace pensar que la media naranja no tiene por que ser la persona que nos hace feliz, sino simplemente la que mejor nos ayuda a combatir (o lidiar con) nuestras limitaciones.
y a propósito... le compraste algo?
le compré unas etiquetas que me resultaron baratas en exceso; ojo, quizás tampoco actualice los precios
lugares y personas así le alegran a uno la existencia. y el barrio está lleno, iupi!
A mi me da algo de pena...depender de alguien que te diga qué es lo que tenés que estar sintiendo. Espero nunca llegar a semejante simbiosis. pobre señora, pobre señora atèrmica.
Es muy triste que alguien nos intente imponer una sensación, a menos que sea la alegría. Pensar que hay tanta gente como el fantasma que te atendio, Jarret...
pero a mí me resultó simpática, me dio ternura, si hoy pasé, y la vi igual de abrigada...
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